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3 cosas por considerar si trabajo con niñas, niños o adolescentes

Por Cristhiam Álvarez

¿Ya te pusiste la #VacunaVerde #5? Si aun no los has hecho, podés verla acá. Cualquier persona se puede involucrar en la lucha contra la pandemia del #abusosexualinfantil (ASI). Especialmente, si trabajás con personas menores de edad (niñas, niños o adolescentes), estos tres principios pueden orientarte no solo para contribuir con la erradicación del ASI, sino también para participar activamente en la protección de la población menor de edad a tu cargo, ya sea que trabajés directa o indirectamente con dicha población.


1. Reconocer

Lo primero es poder reconocer las señales. Existen una serie de comportamientos y síntomas que podés observar en una persona víctima de ASI; algunas señales son muy fáciles de identificar, otras no tanto. Por ejemplo, puede que la persona cambie su conducta drásticamente, tenga problemas del sueño, pierda el control de los esfínteres (en el caso de los niños y las niñas más pequeños) o presente algún problema sexual (como masturbación compulsiva, excesiva curiosidad por temas sexuales o rechazo a muestras de afecto físico).

Otras señales pueden ser menos claras: cambios en los hábitos de alimentación, bajo rendimiento escolar, culpa y vergüenza, temor sin razón aparente, desconfianza hacia las personas adultas, retraimiento y aislamiento. Algunas personas pueden presentar conductas autodestructivas (se dañan a sí mismas) o baja autoestima, así como depresión y ansiedad. Como se puede observar, existe una variedad amplia de situaciones que podrían indicar un caso de ASI, y no todos los casos presentarán las mismas ni tampoco un mismo caso presenta todos los posibles síntomas. Por eso la clave es conocer lo que las personas expertas han asociado con el ASI, para poder atar cabos.

2. Acompañar

El segundo principio es poder acompañar a una persona menor de edad que te comunique que está viviendo una situación de abuso sexual infantil. Es bastante difícil que una persona víctima de ASI rompa el silencio, y si lo hace, la persona que escucha debe –ante todo– guardar la calma y mostrarse serena, pero segura. Si un niño, niña o adolescente te confiesa esta situación, ofrecé tu apoyo incondicional. ¿Qué quiere decir eso? Escuchá atentamente lo que tiene que decirte, sin juzgar, sin criticar y, sobre todo, asegurándole que le creés y que puede confiar en vos. (De hecho, si te lo cuenta es porque ya confía en vos).

Es posible que tengás que ofrecer apoyo inmediato, por ejemplo, si la persona te lo cuenta en un estado de crisis emocional, para lo cual deberías conocer cómo reaccionar, qué decir, qué hacer y qué no hacer. A esto las personas profesionales en psicología le llaman «primeros auxilios psicológicos» y, como su nombre lo indica, se trata de ofrecer auxilio a una persona que está sufriendo una crisis para que pueda enfrentarla correctamente. No se trata de que le des terapia psicológica, sino de apoyar a esa persona para que su vida no corra peligro y para ayudarle a identificar cómo y dónde conseguir el apoyo necesario.

Es posible que una persona menor de edad, adolescente, por ejemplo, te confiese que este tipo de situación sucedió en su pasado (temprana infancia o etapa escolar). Aun así, es necesario acompañar a esa persona y redirigirla hacia una red de apoyo para que pueda tener el acompañamiento profesional (psicológico) necesario. Lo anterior es muy importante pues aunque la situación de abuso haya sucedido en el pasado (y en el presente no esté ocurriendo), las secuelas del ASI continúan y, de hecho, pueden empeorar conforme la persona crece y se desarrolla.

3. Denunciar

El tercer principio es, quizá, el más difícil: como personas adultas responsables del bienestar de las personas menores de edad (ya sea que trabajemos directamente con ellas o no), tenemos el deber de denunciar cualquier situación de abuso o violencia, incluyendo el abuso sexual infantil. Esto es difícil porque las personas creen que se pueden meter en líos al hacer una denuncia de este tipo, particularmente porque en la mayoría de los casos, la persona que comete el abuso es algún familiar o persona conocida cercana a la víctima. Sin embargo, es importante recordar que este tipo de denuncias también se pueden hacer de forma anónima y, si trabajás directamente con personas menores de edad, la legislación te protege.

Denunciar y apoyar a una persona menor de edad para hacer la denuncia (si fuese necesario) es importante pues es la única forma en que la persona abusadora no quede sin castigo y, además, es la forma cómo se puede evidenciar la magnitud del problema del abuso sexual en nuestra sociedad. Lo que sí es importante tomar en cuenta, es que se debe evitar –por todos los medios posibles– «revictimizar» a la persona menor de edad; es decir, no exponerla a experimentar los sentimientos del abuso una y otra vez, al contar, por ejemplo, varias veces, la situación y las condiciones particulares del abuso.

En resumen, erradicar la pandemia del ASI requiere el esfuerzo de todas las personas adultas, y si trabajás directamente con las personas menores de edad, es una responsabilidad compartida para la cual debés prepararte y saber qué hacer. Eso significa poder reconocer la señales que nos indican que una persona podría estar siendo víctima de abuso sexual (aunque sea solamente una sospecha), acompañar a esa persona si confirmamos nuestra sospecha o si nos confiesa la situación y denunciar, siguiendo los protocolos necesarios y en las instituciones que tienen la responsabilidad legal de manejar este tipo de casos.

 
 
 

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